Paso de (Z)ebra.

Siempre que camina va con la capucha puesta, con los cascos en las orejas y con el corazón congelado. Lo sé porque la vi, buscando amor en las miradas, buscando afecto en los semáforos en rojo de una fría mañana de Marzo. Con los ojos llenos de esperanza y la cabeza llena de mundos. Se paró junto al semáforo y se dejó caer. Con la cabeza gacha mirando sus pies, sus bambas ahora no blancas, si no algo grises y remendadas, echas trizas, y con la suela de goma gastada. Le gustaban esas zapatillas. Le gustaba casi tanto como el café recalentado a media noche, para poder seguir leyendo bajo las sabanas con la luz de la lámpara.

En el otro lado de la calle yo. En su mano un café, y en la mía un libro a medio leer. Entre nosotros, solo un pequeño mar de gruesas líneas blancas, y a veces algún coche que me impedía verla. Quizás no supiese que la estaba observando. Lo que sí sé, es que poco después ella me miro, nos miramos y sonreímos. A su lado solo un hueco inexistente que ella quería llenar. Un hueco de seguramente un metro-setenta de alto, con ojos claros y cabello alborotado. No era difícil de imaginar, solo difícil de ver el hueco. Un hueco en su corazón congelado, en sus manos vacías y en sus ojos sin brillo. Me pregunté cómo alguien puede sentir un vacío tan grande.

Aún diciendo que el amor es ciego, yo sé, por experiencia, que duele no ver los ojos que te persiguen en sueños, las manos que no recorren tu cuerpo y el sudor que no empapa tu espalda por las noches al notar su aliento. Duele, y crea huecos, distancias, no quieres hablar con nadie, no ver a nadie, que no sea él. No debes enamorarte de nadie más por si él regresa, no debes perder la esperanza de abrazarle. De quererle aún más cada día, en cada aliento, en cada café recién hecho y cada mañana cubierta de rocío. De quererle cómo yo le quiero, de amar como nadie ama, de ser el más gran poeta en un solo beso soñado.


Arcén. Blanco. Arcén. Blanco. Una mirada. Arcén. Blanco.
Entendí porque ella solo pisaba las rayas blancas. Temía caer en un abismo negro. Tan solo por esperar un poco más.



Y no sueñes mañana, lo que puedas imaginar hoy.

5 comentarios:

Keiko McCartney dijo...

"Duele, y crea huecos, distancias, no quieres hablar con nadie, no ver a nadie, que no sea él. No debes enamorarte de nadie más por si él regresa, no debes perder la esperanza de abrazarle. De quererle aún más cada día, en cada aliento, en cada café recién hecho y cada mañana cubierta de rocío. De quererle cómo yo le quiero, de amar como nadie ama, de ser el más gran poeta en un solo beso soñado."


Eso me ha matado.

Claudia Hale. dijo...

Es increíble como en un cuerpecito puede caber un vacío tan grande.
Increíble, como siempre cielo (L).

PD: La cabecera es dios :)

Mònica C. Vidal dijo...

tienes un nosequé que me estremece. escribes muy bien.

Jimena del Solar dijo...

Así, así tal cual me siento! En espera y algo vacía!
Besitos! Me encanta tu blog!

Hebra Púrpura dijo...

Haces que me sienta afortunada de no tener un hueco de uno-setenta con el pelo alborotado que llenar, aunque si mi hueco se vaciara haría falta más que un metro-setenta con el pelo alborotado para llenarlo...

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