Cuando la Luna conoció al Sol.

Cuando la soledad inundaba su cama, y sus pies fríos no encontraban refugio bajo las sábanas, soñaba con sus ojos. De aquella vez en la cual tuvo tan cerca su aliento como para poder respirarlo. Y es que quizás ella podía vivir tan solo con su respirar.

Se encontraron una lluviosa y fría mañana de diciembre, la nieve era arrastrada por el agua que poco a poco los empapaba. Sus ojos azules se clavaron en los grisáceos de ella. No sabían cómo fueron a parar allí. Ninguno de los dos, él, quizás, había huido de su rutina inconstante, de su mundo incompleto. Ella tal vez, corría por el inmenso latido de su corazón anhelante, sabiendo que si le encontraba, quizás que no vería a su soledad acompañándola cual sombra sobre las aceras. Quizás en ese instante vieron sus deseos de soñar y de volar, realizados.

¿Ellos? Ellos se vieron noche tras noche, ellos se amaron un amanecer tras otro, ellos, ambos, se sonreían por las mañanas y se dedicaban caricias hasta que ambos caían presos de una fuerza que salía desde sus gargantas.

Una de esas frías y lluviosas tardes de noviembre, ella salió en su busca, buscándole en las calles, pero él no apareció, no esa tarde, y ella le llamó una primera vez, una segunda, una tercera. Aun así ella volvió a la siguiente tarde, al siguiente anochecer, y el otro, y al que le sucede. A cada instante sentía su corazón latir un poco menos y a la soledad quedarse un poco más. Sus ojos perdieron el poco azul que tenían y sus manos, ahora vacías, estaban frías sin él. Ya no sentía el pecho a punto de estallar al besarle, ya no tenía susurros que compartir, sus ganas de vivir hicieron las maletas y huyeron, lejos, con sus esperanzas, cuales tórtolos que creían ser Romeo y Julieta.

¿Cómo olvidarle? ¿Sería capaz alguien de vivir sin respirar? ¿Puede intentar vivir alguien sin una sola razón de existir?¿Podía ella?

Yo no salí ninguna noche, yo, no puedo entenderla. Mi corazón no puede sentir ningún dolor, ahora no, ya no. Ahora que le tengo a él en mi vida, en mi cama y en mi piel…

Sentir, y escribir cada canción..(…)
La música del corazón dice la verdad..!
Xenon -Fantasía.

¡Abrázame!

-¿Vas a tardar mucho?
-¿En qué?
-En darme el abrazo que necesito.


Déjame pensar en que aún quieres abrazarme, déjame vivir mi fantasía y déjame despertarme en la más absoluta soledad. (Me mata la soledad.) ¡ Abrázame! ¡Es una orden! ¡ Abrázame! Necesito sentir tus brazos rodeando mi piel, tu calidez envolviendo el frío que cubre mi cuerpo, necesito sentir.

No quiero promesas, burdas y simples palabras que parecen flotar en el viento para marcharse allí dónde van mis ilusiones siguiéndolas fielmente. No quiero tus susurros de buenas noches, para que luego te escapes por la ventana mientras duermo, para despertar sin ti. Quiero que no me dejes sola, quiero que te quedes aquí hasta que amanezca, me da igual cuantas más princesas quieran que las rescates, yo no necesito un príncipe armado, ni una caballería entera, necesito un abrazo durante una eternidad. Que se busquen sus príncipes, que entierren a los dragones o los adopten como mascotas, pero no quiero que nadie más te tenga. No quiero que ninguna princesa reciba tus besos por la noche y no quiero que le susurres a nadie lo que a mí me hace estremecer.

No puedo prometerte una sonrisa cada día, al fin y al cabo soy humana y como todos tengo derecho a sentirme triste. No te prometo la felicidad eterna, sólo instantes de gran alegría compartida y sonrisas que congelar bajo el colchón. Pero si puedo regalarte cada día un nuevo abrazo, puedo desearte cada día la eternidad de un nuevo día, y quiero compartir contigo todos y cada uno de los amaneceres desde mi cama. No es mucho, lo sé, pero es que yo tampoco necesito nada más... Una sonrisa en la oscuridad y estremecerme cuando pronuncies mi nombre al saludarme, una gran alegría cuando tu ilusión sea mayor que tu pecho y un beso de buenas noches cuando me veas triste.



-Si pudieses volver a vivir sólo una cosa de toda tu vida ¿qué sería?
-La manera en como nuestros pies chocan fríos bajo la sabana mientras desayunamos el aroma de café recién hecho.