Llueve

Llueve.

Esta mañana no lo hacía, y me encontré con la soledad de mis pasos. Alcé la mirada y me encontré con algo que me gusta observar cada mañana de camino a mi rutina: un cielo azul, anaranjado y con unos toques de rosa chicle en las nubes que me gustaría oler de cerca y comprobar si es algodón de azucar del paraíso celeste.

Lancé el vaho en mis manos congeladas y me miré las yemas de los dedos. Podía sentir cada una de mis celulas vibrar para poder entrar en calor. ¡Pobres! El vaho no calmó su frío, y no solo no hizo eso, si no, que al mismo tiempo, me congelé la lengua y los labios cortados.

Llueve (y me desconcentro).

Por la mañana repasé mentalmente lo que quería hacer, tropecé varias veces con los adoquines de la calle y sentí como si alguien me empujara al suelo. Desgraciadamente para ese alguien, no caí. Iba con la música sonando en mis orejas y pensé que quizás hubiese sido mejor quedarse en casa. Empezó a llover.

A llover, como si nada. Cómo si el agua no esperase a nadie y nadie la esperase a ella. me mojó la cara y me hizo cerrar los ojos. Tuve que quitarme la música y me coloqué la capucha de la sudadera. Tuve un escalofrío y pisé un pequeño charco que se estaba formando. A mi paso todo empezaba a empaparse, no sabía porque pero sabía que esa lluvia no iba a minvar. Lo sabía tan perfectamente como que tu jamás me habías besado. No pretendía parar, esas gotas que saltaban sobre la calle no querían parar. Había que dejarlas hacer. No debía pararlas nadie, entonces lo comprendí. No he de ir tras de tí insistentemente, no he de persistir como si me fuera la vida en ello, he de aprovechar a disfrutar cada segundo de tu piel, de lo poco que puedo desnudarte con la mirada. No he de buscar un encuentro, él me encontrará, valga la redundancia.

Cavilaba sobre estos pensamientos y sobre mis comportamientos, casi obsesivos, a proposito de tu sonrisa, cuando, algo dejó de mojarme.

Llueve (no).

Llovía, pero ya no en mi cara, había un inmenso paraguas rojo sobre mi cabeza. Allí estaba esa sonrisa, como gotas de agua cayendo sin previo aviso. Allí estaban lloviendo miradas y en un instante olvidé toda mi rutina. Entonces, tu voz.

-¿No te has dado cuenta que llueve?
-Si, es solo que esperaba que algún paraguas azul con su principe me arropara.
-Eres tan tonta cuando quieres.
-Cuando (te) quiero.

6 comentarios:

Raxu dijo...

Me encanta.
Es que caminar bajo la llúvia es lo mejor que hay para poder pensar con claridad.

Claudia Hale. dijo...

Caminar bajo la lluvia es lo mejor. Sentir sus lágrimas de cristal recorrer cada ápice de tu cuerpo y hacerte estremecer..
¿Por qué azul? Es más bonito el rojo :)
Increíble as always, mi niña!

Keiko McCartney dijo...

La lluvia es tan... pff... y ese chico que te cobijo bajo su paraguas rojo es tan... pff...


I like it.

La ladrona de besos dijo...

la lluvia me da ganas de reir.

Trovador de sueños dijo...

¿Que mejor que el abrigo de alguien que quieres mientras saboreas ese olor tan peculiar que impregna la lluvia?^^

Jimena del Solar dijo...

"Cuando (te) quiero". Buen final para tan buen texto!
Me encanto lindo blog!

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